JPMorgan cerró cuentas personales de líderes cripto mientras ampliaba sus servicios relacionados con Bitcoin. La entidad apareció así en una doble escena: medidas de «debanking» contra figuras públicas y, al mismo tiempo, una oferta institucional para permitir compras de Bitcoin a clientes. Este contraste encuadra las denuncias y los movimientos estratégicos que definen el posicionamiento del banco.
Jack Mallers, CEO de Strike y cofundador de Twenty One Capital, denunció el cierre repentino de sus cuentas bancarias con JPMorgan tras tres décadas de relación familiar con la entidad, y recibió una notificación que citaba actividad «preocupante» sin más detalle, según su relato. Otro caso destacado fue el del promotor inmobiliario y divulgador cripto Grant Cardone, que también dejó JPMorgan y trasladó sus activos a otra entidad, difundiendo advertencias públicas sobre el uso de productos del banco.
El fenómeno —etiquetado en la comunidad como «debanking»— alimentó comparaciones con operaciones históricas de exclusión financiera y generó acusaciones sobre una presión selectiva contra actores pro-Bitcoin. Casos previos y polémicas reputacionales que involucran al banco, como vínculos analizados por observadores en otros contextos, contribuyen a la percepción de trato diferencial hacia el sector cripto.
La dualidad estratégica de JPMorgan
Pese a las medidas contra cuentas individuales, en mayo de 2025 JPMorgan anunció que permitiría a sus clientes comprar Bitcoin, una decisión que marcó un cambio operativo significativo y reflejó la adaptación a la demanda institucional. La entidad evita en general la custodia directa, delegando la tenencia en terceros de confianza, y explora productos como préstamos respaldados por Bitcoin y desarrollos en stablecoins y blockchain para clientes institucionales.
Analistas internos del banco proyectaron además que Bitcoin podría superar a oro en rendimiento en la segunda mitad de 2025, según informes firmados por equipos del propio banco; esa estimación evidencia un reconocimiento cuantitativo de la relevancia de los criptoactivos, aunque el discurso público de la alta dirección permanezca escéptico en términos retóricos.
Para equipos de producto, compliance e inversores, la situación implica riesgos operativos concretos: pérdida de acceso a servicios bancarios para fundadores o influencers, necesidad de soluciones de custodia externas, y un aumento potencial en exigencias KYC/AML en contrapartes.
El caso sintetiza una política calculada: simultánea contención y aprovechamiento de la ola cripto. La tensión entre control de riesgos y búsqueda de ingresos marca el posicionamiento institucional de JPMorgan en la era digital.
