A 6 de noviembre de 2025, el proyecto del euro digital de la Unión Europea busca reforzar la soberanía monetaria, pero enfrenta riesgos que podrían ampliar la influencia estadounidense. La adopción, la privacidad y el control de la infraestructura serán decisivos para determinar quién gestiona los flujos y los datos de los pagos digitales. Esto importa a ciudadanos, bancos comerciales, proveedores de servicios de pago y reguladores, porque las decisiones técnicas y legales definirán el equilibrio entre autonomía y dependencia.
El objetivo oficial es reducir la dependencia de sistemas de pago no europeos y proteger la autonomía monetaria. Sin embargo, si la aceptación dentro de la Eurozona resulta limitada —por reticencia del público, costes de implementación para bancos comerciales o deficiencias en usabilidad—, el efecto práctico será mantener o incluso reforzar el dominio del dólar. Dicho dominio se apoya en mercados de capitales líquidos y efectos de red expansivos, factores que un euro digital débil no contrarrestaría.
La trazabilidad inherente a una moneda digital plantea riesgos de privacidad. El Banco Central Europeo ha sostenido que el Eurosistema no rastreará saldos, pero la naturaleza digital implica registros transaccionales y acceso de intermediarios regulados a datos. Si la infraestructura, los proveedores de carteras o las nubes usadas quedan bajo jurisdicción estadounidense, podrían producirse exposiciones de datos por vías legales o de supervisión; un marco de privacidad transatlántico (DPF) vulnerable agravaría ese riesgo. Esto convertiría información financiera europea en vector de influencia para terceros.
Una regulación demasiado restrictiva o con altos costes de cumplimiento puede ser contraproducente. Podría ahogar la innovación local y abrir un hueco que empresas estadounidenses, con menores barreras o mayor escala, aprovechen para ofrecer servicios vinculados al euro digital. Además, la proliferación de stablecoins ligadas al dólar y un eventual dólar digital compiten directamente definiendo estándares y canales de pago dominantes.
Implicaciones y próximos pasos
El diseño, la gobernanza y la dependencia tecnológica decidirán si el euro digital refuerza la autonomía o externaliza control. Entre los posibles efectos están una menor capacidad del euro para servir como moneda de reserva digital, una mayor exposición de datos a jurisdicciones extraeuropeas, el desplazamiento de cuota de mercado hacia proveedores no europeos y un freno a la innovación europea.
Sin masa crítica en usuarios y comercios, el impacto geopolítico será limitado. A su vez, crecen los riesgos si proveedores o almacenamiento de datos cruzan a jurisdicción estadounidense.
La forma en que la UE cierre esas decisiones operativas y de certificación de privacidad marcará si el euro digital fortalece la autonomía europea o facilita una mayor influencia estadounidense.
